El árbol le respondía: Cuando el Creador lo indique. El enviara un viento recio para impulsarte y guiarte a tu destino.  - Pero es que ¡yo quiero conocer diferentes lugares! y no quedarme en uno solo- decía la semilla. Pero el árbol contestaba: no hemos sido creados para andar de un lado a otro, sino para echar raíces únicamente en un sitio. 

La semilla seguía con la misma inquietud, y un buen día forzó se desprendimiento de aquel árbol, con desobediencia premeditada. En realidad no llego muy lejos y al verse inmóvil sobre la tierra lamento su decisión. Si hubiera esperado ese viento recio no estaría aquí-. Al paso de los días y con fuertes rayos del sol, sentía desfallecer. 

La tierra empezó a amotonarse sobre ella, y bajo esa fuerte opresión, con el poco aliento le quedaba se acordó de ese Creador que el árbol le refería y exclamo: "Tu justicia es como los montes..., tus juicios, abismo grande" (Salmo 36.6), "La tierra echo cerrojo sobre mi para siempre" (Jon. 2:6b), te ruego que saques mi vida de la sepultura. En ese momento Dios envío una lluvia temprana que refresco su ser, se sintió renovada y en corto tiempo surgieron de su interior un minúsculo retoño y pequeñas raíces que se fortalecían día en día. Agradecida con el Todopoderoso grito con entusiasmo: ¡Señor, eres la porción de mi herencia y de mi copa, tu sustentas mi suerte! (Sal. 165-6) ¡Haz tu voluntad en mi!. 

Su crecimiento crecimiento fue con rectitud; y escucho una gran voz diciendo: Debes morir, quiero usarte grandemente. Un hombre que pastoreaba las ovejas de su suegro , se acerco a ese tronco, frágil aun, y lo corto  al ras de la tierra. El pequeño arbusto no entendía porque tenia que ser así, pero no argumento nada en contra. Fue sometido al fuego para adquirir mayor resistencia, mientras aquella voz seguía diciendo: Serás símbolo de autoridad en manos de mi siervo, símbolo de disciplina para mi pueblo y aflicción para los que se opongan a mi voluntad. 

Todo lo guardo para si y en ocasiones se preguntaba ¿Cuando se cumplirá esa promesa?. 

Pasados 40 años, un ángel se le apareció en el desierto del monte Sinaí, en la llama de fuego de una zarza (Hch. 7:30), a aquel hombre cuyo nombre era Moisés. Después de darle a conocer la tarea que le encomendaría, pregunto: ¿Qué es eso que tienes en tu mano? Y Moisés respondió: Una Vara. (Ex. 4:2) 

Y la semilla, que en otro tiempo su corazón rebelde la llevara a la abismal agonía, después de reconocer su equivocada actitud delante de Dios, experimento una nueva vida, un crecimiento sobrenatural. Y después de someterse a la muerte de sus inquietudes, fue forjada con fuego. Espero pacientemente que la promesa se cumpliera, y fue usada para hacer señales manifestando el poder de Dios, en Egipto, en el mar Rojo y en el camino a la tierra Prometida. 

Si no haz esperado ese viento recio para que te impulse y te guíe al destino que el Señor te ha preparado; si tomaste tus propios caminos que te están llevando a la agonía, Dios esta dispuesto a derramar sobre ti esa lluvia temprana, que saciara todo tu ser, si le reconoces y le aceptas como Rey y salvador ¡Haz tu Decisión y el te capacitara para usarte grandemente!. 

David Labra 

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